lunes, 12 de enero de 2009

Condecoración de Bush a Uribe


Una medalla muy merecida

Notas de Juan Cendales


George Bush en su sombría despedida ha realizado dos gestos de reconocida lealtad para con los escuderos más fieles de su política, aquellos a quien él considera los herederos legítimos de su legado político, los únicos que podrían dar continuidad a su ideario, a sus credos y a su visión del mundo y del universo. A pocos días de culminar con pena y sin gloria sus ocho años de desastres, dolor y muerte ha dado su bendición al genocidio que Israel perpetra contra los niños, los ancianos y la indefensa población de Gaza sometida desde hace muchos meses al bloqueo y el hambre. Un gesto de lealtad de un genocida para con otros genocidas.

Pero el moribundo corazón de Bush no solo está con Israel. También acompaña al hijo amado de las infieles tierras de América Latina. A Álvaro Uribe Vélez. El hombre que como él, enarbola la espada y la llama condenatoria de ateos, infieles, pobres, homosexuales, negros, indios, musulmanes, liberales, comunistas y librepensadores. El hombre que sin pensarlo ni dudarlo lo ha acompañado en todas las cruzadas purificadoras, incluyendo la guerra de Iraq.

George Bush condecorará el 12 de enero en Washington a Álvaro Uribe Vélez con la Medalla Presidencial a la Libertad. Dizque “por promover la democracia, los derechos humanos y la libertad”. Es evidentemente un reconocimiento a la lealtad del presidente colombiano. Un homenaje a su fidelidad absoluta a las políticas militaristas y neoliberales. Fidelidad de la que ni siquiera Lina de Uribe puede ufanarse.

La condecoración es consecuente con lo que han significado la presidencia de Uribe para la terrorista y agresiva política de los Estados Unidos contra los pueblos del mundo y en especial contra los procesos renovadores de América latina. Es un hecho que va más allá de la sospecha de que Uribe es un rehén de la política norteamericana en razón de toda la información y pruebas que tienen la DEA y la CIA sobre sus presuntos vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo. Además de esto, e incluso por encima de esto, está la identidad ideológica, cultural y política de dos hombres ignorantes pero astutos, simples pero sagaces. Convencidos del papel redentor y purificador con que han nacido. Fundamentalistas y religiosos recalcitrantes. Credos que no les impidió incrementar geométricamente sus capitales y latifundios. El maestro lo hizo con el familiar negocio del petróleo y las armas. El discípulo, incrementando sus tierras mediante una intrincada red de testaferros que le permite presentarse como uno de los más humildes campesinos colombianos. Además de convertir en multimillonarios, de la noche a la mañana, a sus imberbes hijos, con el muy protegido emporio de artesanías que montaron al amparo del gobierno.

Felicitaciones entonces a Uribe por la medalla recibida. Nadie mejor que él para hacerlo. Nadie se la merece más. Nadie ha hecho tanto esfuerzo para lograrla. Una medalla que simboliza miles de muertos, millones de desplazados y despojados, miles de desaparecidos, de torturados, decenas de miles de trabajadores despedidos, miles de detenciones ilegales, centenares o quizás miles de fusilados en las llamadas “ejecuciones extrajudiciales”. Que la disfrute mientras pueda. Hasta cuando reciban en sus manos los grilletes que merecen. El condecorado y el condecorador.

A la condecoración a Uribe otorgada por el héroe de Abu Ghraib se suma el “Premio a la libertad Cortes de Cádiz”, concedido al presidente colombiano por un jurado manipulado por la alcaldesa del Partido Popular Teófila Martínez, galardón que enfáticamente ha sido rechazado por Izquierda Unida de Cádiz y por diversos sectores sociales y políticos de Andalucía.


Solo falta que condecoren a los genocidas israelitas.

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